«Los niños me preguntan si soy un pirata de verdad»
-Hace 20 años usted se paró a ayudar a una persona accidentada. Y lo volvería a hacer. Soy incapaz de pasar de largo.
-¿Qué ocurrió? Conducía de vuelta a Barcelona y al entrar en la curva final del túnel del Castellot vi un Mercedes cruzado en la calzada. Paré en el lateral y bajé. Dentro del coche había una chica conmocionada. Le insistí para que saliera de allí. En cualquier momento podía embestirla otro coche y ocurrir una desgracia.
-Y pasó. Pero no le tocó a ella. Se formó una cola de vehículos y uno que venía a 140 kilómetros por hora provocó un choque en cadena. Una furgoneta con remolque cargada hasta los topes salió disparada y atropelló a una persona que también había bajado a ayudar, y que murió, y a mí me dejó hecho un número. Si le cuento el parte médico no acabamos la entrevista. Lo de menos fue perder la pierna.
-Tras el accidente no pudo volver a su casa ni a su trabajo. Su vida dio un vuelco. Vivía en un cuarto piso sin ascensor y tuve que mudarme. El trabajo me encantaba. Montaba decorados en el Liceu, pero tenía que moverme mucho por el escenario. Cuando te pasa algo así tienes dos opciones: o te jodes tú y a los que están a tu lado (que son los que más sufren) o dejas de pensar que eres un pobrecito y tiras adelante con tu vida.
-Usted eligió la segunda. Por eso la he hecho venir al Hotel d'Entitats Can Guardiola del distrito de Sant Andreu [en la foto, a su espalda]. Aquí tiene su sede la asociación Amputats Sant Jordi. La primera vez que vine a una asamblea éramos solo cuatro personas. ¡Salí de allí nombrado tesorero! Así empezó todo.
-Ahora están implicados en decenas deproyectos de asistencia y sensibilización. A lo largo de los años he conocido a gente increíble. Niños soldado de Sierra Leona que han sufrido amputaciones y han montado un equipo de fútbol, una chica que perdió los dos brazos y las dos piernas y que en su cama de hospital wasapeaba con un palo atado al muñón... No somos pobrecitos, no queremos dar pena ni que nos tengan compasión. Hay gente con dos brazos y dos piernas, que ve y oye perfectamente, y son más discapacitados que los que tenemos una discapacidad real.
-¿La mirada de los niños es distinta? Los niños son más espontáneos. Cuando voy a la playa y ven a dos metros de tío que se tumba en la arena, se saca la prótesis y se la coloca como cojín, se quedan mirándome porque les sorprende. Me preguntan si soy un pirata de verdad, si la pierna volverá a crecer o si se la ha comido un tiburón. Yo se lo explico y al cabo de dos segundos ya se han olvidado.
-Uno de sus objetivos es sensibilizar a los adolescentes. Hemos dado charlas a 2.600 alumnos de primaria y secundaria. Me encanta que estas sesiones sean divertidas y prácticas, por eso les enseño mi prótesis y se la dejo tocar. Se trata de que los adolescentes vean la discapacidad de otra manera y respeten la diferencia. Recuerdo una charla con niños de primer curso de la ESO. Al terminar, un chico con una afectación leve del espectro autista se levantó, cogió el micro y delante de 90 compañeros tuvo el valor de decir: «¿Por qué os reís tanto de mí?».
Fuente: El Periódico. Gemma Tramullas.