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REDACCIÓN
La capacidad de adaptación es uno de los valores al alza en la sociedad actual. Todo es tan imprevisible que urge saber abrazar nuevos escenarios ante los cambios, por más dolorosos que estos sean. Esa lección la aprendió demasiado joven Agustín Galán. A los 15 años un fatal accidente cambió su destino: «Me atropelló un coche y me arrastró más de 100 metros sacándome la pierna de cuajo», explica a Mundo Deportivo este vecino de Maliaño, Cantabria. Lo recuerda como si hubiese sucedido ayer mismo.
Desde entonces una prótesis de aluminio le acompaña en el lugar donde antes estaba su pierna izquierda. Han pasado casi 50 años del suceso y Agustín es hoy un hombre feliz y entusiasta, padre de una familia en la que todos son corredores. Él también. Gracias a su mujer comenzó a hacer caminatas por el monte y sus dos hijos, apasionados del atletismo, le animan a inscribirse a las carreras.
Por eso hace apenas unas semanas recibía una sonora ovación cuando, acompañado de sus muletas, entró en la línea de meta de La Picón Castro, trail de 23 kilómetros y 1.000 metros de desnivel positivo celebrado en Burgos. «Yo para correr y caminar por la montaña me quito la prótesis y voy con unas muletas convencionales, de esas que cuestan 20€. Le pongo unos acoples en la parte de abajo, algo similar al pincho que tienen los bastones de montaña, y eso me permite avanzar por terrenos más técnicos», nos explica.
La amputación de su pierna, por encima de la rodilla, le obliga a utilizar la fuerza de sus caderas y brazos para poder avanzar. No se puede permitir una pala de carbono como la que usan otros atletas amputados para hacer atletismo. «Eso cuesta 30.000 o 40.000 euros. Mi economía no puede. Yo tengo una prótesis básica que me pongo durante el día para ir a trabajar y tener las manos despejadas», comenta el deportista cántabro.
Así, los ejercicios de fortalecimiento son el Santo Grial de su entrenamiento, en especial los hombros, de los que se ayuda para coger impulso y dar una zancada que le permita subir por la montaña. En las manos, como en el alma, tiene callo desde hace mucho tiempo. Y bromea: «Como un pelotari vasco las tengo».
Aunque pueda parecer un disparate Agustín Galán es un corredor más del pelotón. Hace sus rodajes largos cuando toca y sus series en cuesta. Y no quiere concesiones de ningún tipo por parte de las carreras. «Antes de inscribirme yo siempre pido permiso para saber si me van a dejar la meta abierta, no quiero molestar. Si no se puede, no se puede. Aquí en Cantabria me conocen más y me facilitan mucho participar, y claro, siempre suelo ir acompañado del escoba», apunta.
A sus 60 años puede presumir –y lo hace– de haber completado en tres ocasiones los 10.000 del Soplao, carrera cántabra de 28 kilómetros, o haber subido a la cumbre del Mulhacén. También recorrió el Camino Lebaniego y cruzó su querida Cantabria de punta a punta en 14 etapas. «Para hacer todo esto con una pierna amputada te tiene que gustar la montaña, porque hay momentos malos donde me pongo nervioso, como en los cresteríos, procuro evitarlos porque me deja bloqueado», confiesa.
Tras unos días en Vielha, donde estuvo junto a sus hijos durante la HOKA Val d’Aran by UTMB, Agustín sueña con hacer la carrera Sky de 15 kilómetros. Volvió enamorado del valle. Pero antes le esperan otros muchos desafíos montañeros. El próximo en Potes este mismo fin de semana, donde hará un trail de 10 kilómetros con su camiseta Joma y sus flamantes zapatillas de correr. Y sus muletas, claro.
FUENTE: MUNDO DEPORTIVO