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Viernes, 20 Octubre 2023

Antonio Llamas sufrió una descarga seis veces mayor que la de Álvaro Prieto y vivió para contarlo

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El milagro de Antonio Llamas: sufrió la descarga eléctrica más grande del mundo y sobrevivió. Cedida

Como las memorias de García Márquez, vivir para contarla. Eso es lo que cree Antonio Llamas. En lo que no cree demasiado es en los milagros. "Hay mucha gente que no cree en ellos y por eso no me gusta hablar de milagros. Yo digo que estoy vivo porque tuve unos médicos muy buenos". Todo sucedió un 14 de diciembre de 2017. Aquel día Antonio se convirtió -lo sabría después- en la persona que ha recibido la mayor descarga eléctrica del mundo... y puede contarlo. "Al principio dijeron que fueron 15.000 voltios. Luego la Inspección de Trabajo certificó que habían sido 20.000".

Natural de Osuna (Sevilla), aquel día tenía tajo en Montilla (Córdoba) cuando su jefe le ordenó hacer un pequeño arreglo en una línea de alta tensión que estaba en construcción y que no debería haber tenido corriente. "Había que sustituir una biela. Yo esto lo cuento ahora porque ya está todo solucionado, pero no comprobaron la línea. Yo era peón, y el encargado me dijo que me subiera. Tampoco deberíamos haber estado los dos solos. Y yo fui y me subí. Cuando toqué el cable, perdí el conocimiento".

Contra todo pronóstico, la recuperó. Seguía colgado a 12 metros de altura y seguían siendo solo dos. "Yo ayudé en mi propio rescate. Cuando llegaron los médicos, las ambulancias, los bomberos, el helicóptero y los compañeros, ya me habían bajado". Antes de ser evacuado sabía que iba a perder, al menos, un brazo. 

Durante el traslado en helicóptero le administraron ketamina. Entró en parada cardiorrespiratoria varias veces. "Al hospital llegué muerto". Tenía quemaduras de tercer grado y varias partes calcinadas por completo. También quemaduras internas en los órganos. 

Pasó 28 días en coma. Al despertar, le habían amputado los dos brazos a la altura del hombro, una pierna entera y medio pie. Pero estaba vivo. Tanto, que dos días después de despertar estaba en pie. De aquel hospital andaluz pasó a la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, donde pasó 8 meses de recuperación y aprendió a empezar a valerse por sí mismo. 

Antonio tenía 26 años cuando tuvo el accidente. También tenía sueños. Quería casarse, tener hijos. Hoy tiene 32 años, "un niño de 5 años, un bebé de 7 meses y otro más en camino", cuenta a EL ESPAÑOL con orgullo.

Estando en la Jiménez Díaz se planteó ayudar a los demás contando su experiencia. Y lo dice con mucho humor del negro: "Yo le echo una mano a quien le haga falta". Por eso, por aquel vivir para contarla, lo cuenta porque cree que es su obligación. A EL ESPAÑOL. y a quien le llame.

"Pero voy a casas. A la casa de quien me llame, porque necesita escuchar que hay salida", que hay luz cuando el túnel es oscuro e interminable. "Fui a hablar con la familia de Marchena que perdió el año pasado en la cabalgata a la mujer, madre y abuela arrollada por una carroza, por ejemplo". 

Donde no va es a las televisiones. "No me da la gana estar hablando media hora de mi tema y que cuando acabe, hablen de Isa Pantoja. Porque en esos programas lo que la gente quiere ver a los diez minutos de estar hablando yo es enterarse de lo que se habla de Isa Pantoja", subraya. 

-Tengo que preguntarlo. ¿Cómo ha vivido estos días con lo de Álvaro Prieto? Falleció por una descarga de 3.000 voltios.

-Pues he pasado 4 días muy chungos. Yo lo intuía, fíjate. Lo que son las cosas... al día siguiente de mi accidente yo tenía programado un trabajo en una catenaria de tren en Carmona. Este chaval... no es al primero al que le pasa eso. Lo que le ha pasado es lo normal cuando se toca una catenaria. Es muy difícil salir vivo de ahí. Este verano murió un chaval en Madrid de 15 años por lo mismo. Las catenarias de los trenes deberían estar más altas, o deberían soterrarlas. 

Amputados por descargas eléctricas

Pese a que la mayoría de la gente piensa que las personas que sufren amputaciones se deben a enfermedades o accidentes de tráfico, hay muchos que las sufren debido a descargas eléctricas. Lo sabe Abel Álvarez Corzo, de la Asociación Nacional de Amputados 'Andade' en Asturias. "Lo que la gente cree es que las quemaduras son por fuera. Tampoco lo sabía yo cuando me pasó". 

Fue el 30 de noviembre de 2018, en un accidente laboral ocurrido en la Química de Nalón, una fábrica en Langreo (Asturias). "Estábamos haciendo una obra de mantenimiento, cambiando tuberías. Alguien ordenó mover una grúa por la noche... vamos, que se saltaron el plan de seguridad". 

La grúa tocó un cable de alta tensión conectado a una de las torres eléctricas de la fábrica. "Estábamos un compañero y yo". El compañero, de 45 años, recibió la primera descarga. "Otro fue a reanimarle y en ese momento entré yo. No le dio tiempo a avisarme. Pasé entre una valla y la grúa para ayudar y sin darme cuenta toqué la grúa con el brazo". A los dos los trasladaron, muy graves, al Hospital de Oviedo. Aquel compañero falleció.

 

Abel, en una imagen reciente. Cedida

Abel, con 26 años, perdió los dos brazos, tras tantear incluso ser operado en Valencia por el doctor Cavadas para intentar salvarle el brazo derecho, porque el izquierdo lo tenía perdido. "Pero no iba a recuperar mucha funcionalidad, y para aquella operación tendrían que utilizar parte de una pierna sana. Así que ante la posibilidad de dañar la pierna, pedí que me amputaran los brazos". 

Tras trabajar mucho en recuperarse, optó por usar prótesis. En el brazo derecho tiene una prótesis biónica. "A mí me retiraron y me dijeron que a descansar y a ver películas", recuerda. "Lo que hice fue, desde que pude, comprarme un coche, adaptarlo y sacarme el carné". También fue al gimnasio, para que le enseñaran a hacer deporte: ya puede hacer deporte solo. "También hago rutas de senderismo. Y en mi garaje, instalé un taller de carpintería, porque la madera es más ligera que el metal. Hago muebles, hago cositas. Da igual lo que tarde. No tengo prisa". 

FUENTE: EL ESPAÑOL

 

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