¿Hay algo peor que un confinamiento? Sí, un confinamiento sin autonomía
La pandemia no ha pasado todavía, pero con la desescalada y la vista puesta en el fin del estado de alarma, vamos tomando una cierta distancia con el origen de la crisis. Es un buen momento para hacer un análisis de lo vivido, una reflexión profunda y un ejercicio de empatía. Toda la sociedad ha sufrido de forma directa o indirecta los problemas derivados del coronavirus. Sin embargo, los grupos de riesgo en el que se integran las personas con discapacidad han pasado el trance con muchas más trabas y dificultades. Durante el confinamiento su autonomía podría haber peligrado en muchas ocasiones, pero hay que celebrar que han podido mantener su actividad, porque no han sido desatendidos por sus especialistas.
En España hay cuatro millones de pacientes de ortopedia que son crónicos: amputados, usuarios en silla de ruedas, personas con movilidad reducida y mayores que necesitan de ayudas técnicas para garantizar su autonomía e independencia. Todos ellos han podido seguir con una atención personalizada gracias a que las ortopedias han seguido abiertas, como servicio de primera necesidad, y a que sus profesionales han mantenido la actividad por compromiso con sus pacientes, pese a tener, en ocasiones, escasez de material de protección entre otros problemas.
En un contexto ordinario, los sanitarios ortoprotésicos mantienen una estrecha colaboración con los cirujanos de traumatología y oncología, debido a los tratamientos posteriores que necesitará el paciente para conseguir una mejor y más rápida recuperación. No solo en casos de amputaciones que requieren de una prótesis, también cuando se necesitan ortesis para dotar de estabilidad a un recién operado. Durante esta crisis sanitaria se han abordado operaciones de alta prioridad, y aunque las intervenciones de los ortopedas se han visto reducidas, su labor ha sido imprescindible en los centros hospitalarios.
Los técnicos ortoprotésicos han prestado atención a pacientes que, de lo contrario, habrían prolongado su estancia en el hospital, alargando la recuperación y el posoperatorio. Con la rápida actuación de estos profesionales se han reducido las posibilidades de contagio de los pacientes en un entorno de alta carga viral como es un hospital, pero además la agilización del alta ha sido crucial para liberar camas, sobre todo al inicio de la crisis, con el sistema sanitario al borde del colapso.
Incidencias mecánicas durante la pandemia
Más allá de esos pacientes urgentes de los hospitales, se han producido incidencias mecánicas en sillas de ruedas, sobre todo en niños con parálisis cerebral, que al no contar con las revisiones periódicas han adoptado malas posiciones y han necesitado de sus ortopedas para adecuar los asientos y corregir así la mala postura. También se han registrado problemas de desgaste de baterías en las sillas, en ocasiones derivados de la falta de actividad y movimiento.
La reducción en la actividad física también ha afectado a los pacientes amputados, ellos han sufrido problemas de cambio de volumen y por tanto, inflamación, roces y molestias del encaje en sus muñones debido a bajadas y/o subidas de peso.
Tampoco hay que olvidar a aquellos pacientes que no son crónicos, porque cualquier persona puede sufrir una caída y necesitar una órtesis de forma temporal. Para todos ellos también han estado abiertas las ortopedias por compromiso y responsabilidad de sus profesionales.
Protocolos de seguridad y cercanía con el paciente
Los sanitarios ortoprotésicos han realizado, como es habitual, un trabajo muy cercano al paciente y en muchos casos se han expuesto al contagio de esta enfermedad. Pese a todo, desde que se decretó el estado de alarma, las ortopedias han extremado las precauciones reforzando las medidas de higiene y adoptando protocolos de seguridad para garantizar la seguridad de los usuarios. Todo, con el fin último de dar servicio a los que más lo necesitan.
La sociedad en su conjunto ha agradecido la labor de todos los sanitarios en esta crisis. Han sido aplaudidos en los balcones por su esfuerzo y dedicación. Un reconocimiento que sabemos también va dirigido al trabajo de servicio público de los ortopedas. Su actuación marca, sin duda, un precedente en la atención ortoprotésica, un servicio de primera necesidad en esta crisis sanitaria y que sitúa a sus pacientes como prioritarios para el sistema de salud nacional.
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