Los afectados por amputaciones reclaman una atención de mejor calidad y más empatía
Hace 25 años nació el Institut Desvern gracias a dos jóvenes amputados, Joan Masramon y Joan Vélez, que no encontraban en el sector protésico nadie que entendiera sus necesidades. “El paciente tendría que ser el estímulo, pero, en cambio, te das cuenta de que eres un obstáculo para la carrera del ortopeda”, según explica a EL TRIANGLE Joan Masramon.
De acuerdo con su relato, el médico pasa el paciente al ortopeda, y le encarga el trabajo, y él se enfrenta al paciente amputado. “Un paciente que siempre es diferente, a quien tiene que dedicar muchas horas y que le requiere mano izquierda”. Ante esto, los hay que dicen que “no hay que esforzarse porque al final, será el médico quien aprobará la prótesis y quien firmará el documento que la dará por buena”.
Hace veinte años se añadía otro elemento distorsionador. Según Joan Masramon, “la cadena de corrupción era muy fuerte entre el médico y el ortopeda. Se pasaba el paciente ‘con premio’. Se decía que el ortopeda daba un tanto por ciento del coste de la prótesis al médico, pero ahora esto con las leyes actuales es imposible”. Desgraciadamente, queda pendiente la mejora de la calidad de la atención, y no se tienen bastante en cuenta las sensaciones y las opiniones del paciente.
Es el caso de Graciela Prado, de 51 años, que tardó seis años a ponerse una prótesis porque le decían que tenía un problema de piel. Cuando entró en contacto con el director técnico del Institut Desvern, Joan Vélez, recibió el acompañamiento que no encontraba en el sector. “Fue muy duro y me costó mucho, porque yo andaba con muletas, y no quería ir con silla de ruedas. Joan me decía: ‘Tú andarás, no sé cómo, pero andarás’”. Y teniendo paciencia, haciendo fuerte el muñón y luchando con las heridas, consiguió adaptar la prótesis en la pierna. Ahora viaja libremente y va en coche sola de Pamplona en Barcelona para hacer el seguimiento de la prótesis.
Astrid Fina (foto) tuvo un accidente de moto hace 13 años y le tuvieron que amputar la pierna. “Tenía mucho miedo porque no conocía ninguno amputado y no quería que se notara”, según relata. Después de una mala experiencia con un zapato ortopédico, conoció el equipo del Institut, y el director técnico le decía: “Es igual que se note o no, te haré andar otra vez”. La clave de este centro, según el Astrid, es el entorno familiar, terapéutico y ver otros amputados que te animan.
Astrid, de 39 años, recuerda que fue un momento muy duro, pero encontró una motivación deportiva que la llevó al podio olímpico. Decidió empezar a practicar surf de nieve en 2011 y se preparó para los Juegos Paralímpicos. Con mucho esfuerzo, fue la primera española a conseguir medalla paralímpica en surf de nieve en Corea en 2018. A pesar de que se ha dedicado durante ocho temporadas, se ha retirado por los fuertes sacrificios que implica y por el temor al desgaste del muñón con el deporte de alto rendimiento.
Otro deportista que vive con la prótesis es Ivan Corretja, hermano del tenista Àlex Corretja y presidente de honor de la Federación Catalana de Padel. Correa perdió la pierna por debajo de la rodilla hace 35 años y fue de los primeros clientes del Institut Desvern, incluso antes de estar constituido. Recuerda que “en 1987, en España, no todo estaba tan globalizado como ahora a escala de materiales de ortopedia y, por lo tanto, era complicado encontrar una prótesis ‘cañera’ para un joven de 15 años”. Después del accidente fue a estudiar en los Estados Unidos, y allá encontró las primeras prótesis. Cuando volvió a Barcelona, no encontraba ningún centro similar, y Joan Vélez le ayudó. Todavía ahora le hace los retoques e Ivan Corretja mantiene la práctica deportiva de tenis y padel.
A pesar de que la fabricación de prótesis ha hecho adelantos tecnológicos, tarda en llegar al gran público. Joan Masramon explica que “las rodillas electrónicas que se usan ahora, ya hacía más de veinte años que estaban en la cabeza de los diseñadores”. El cofundador del Institut Desvern pide al CatSalut que estudie ampliar los beneficiarios de las prótesis, puesto que la población vive más años y con mejor calidad de vida.
Cuando superas los 60 años también quieres tener derecho a nuevas prótesis, y hay limitaciones para acceder. Actualmente, Joan está en activo con 80 años, pero afirma: “Solo tengo derecho a una prótesis mecánica, ni siquiera hidráulica. Todavía la podría aprovechar para tener una vida activa”.
El Institut Desvern ayuda a soldados heridos de Ucrania
Un médico del Hospital Clínico de Barcelona, de origen ucraniano, se puso en contacto con el Institut Desvern por sí querían ayudar a soldados amputados a causa del conflicto bélico con Rusia. Aceptaron el reto y empezaron a colaborar con el consulado de Ucrania en Barcelona y la Asociación Catalana de Ucranianos. Hoy en día, ya han ayudado a dos soldados que habían perdido la pierna durante los combates. Durante unos días, han estado en el Institut Desvern para adaptar las prótesis y conseguir el mejor resultado. Está previsto que más soldados lleguen al centro, pero todavía hay que esperar la tramitación de documentación y la curación de las heridas de la amputación.
Joan Masramon recuerda otros conflictos que han contado con la cooperación del personal del Institut. A causa de la guerra civil en Sierra Leona, entraron en contacto con un equipo de fútbol donde todos los chicos habían perdido una pierna o un brazo. Todo el grupo se desplazó en Barcelona, y gracias a los profesionales de la empresa pudieron jugar sin muletas y con sus prótesis adaptadas. Por culpa de una mina antipersona, una niña de Mozambique fue amputada de las dos piernas y ellos la ayudaron. Todavía mantienen el contacto, y la chica ya tiene una familia.
Fuente: EL TRIANGLE